Por: Etimócrito
Queridos amigos: para como las cosas se están poniendo, no es improbable que dentro de cuatro años, nuestro amado país viva la peor de sus tragedias históricas, la más paradójica de sus tragedias: celebrar el centenario del inicio de la Revolución y el bicentenario del inicio del Movimiento de Independencia …levantado en contra, precisamente, ¡de los antepasados directos de quienes hoy -indebidamente, ilógicamente, ilegalmente, injustamente-, pretenden gobernarnos! No miento, ni exagero. Pueden consultar su rancio pedigrí en libros tales como el Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México; México a través de los siglos, de Vicente Rivapalacio; Historia de la Revolución Mexicana y su obra hermana Seis siglos de historia gráfica de México, de Casasola; Páginas de historia mexicana, de Alberto María Carreño; Así era aquello, de Antonio de Icaza; por citar sólo algunos, entre varios cientos.
Efectivamente, no pongo en duda que el padre del pretenso y potencial usurpador, haya luchado en contra de los gobiernos injustos y sus medidas injustas …como el del General Lázaro Cárdenas y sus expropiaciones, por ejemplo. Me imagino a sus abuelos, derramando lágrimas nostálgicas, agitando sus pañuelos al aire, mientras Don Porfirio hace lo mismo, pero yendo al exilio, desde la cubierta del Ipiranga. O a sus bisabuelos, correteando felices y contentos el carruaje de Maximiliano. Y, más aún, pienso en cómo se les resbalaron a sus tatarabuelos las lágrimas de la emoción, al ver a Hidalgo, Morelos y otros Insurgentes, sucumbir ignominiosamente en el cadalso.
Que el grupo conservador haya sido el precedente inmediato del PAN, no es en sí el problema. El problema lo constituye el hecho de que ya entonces como ahora, estas facciones (por “facciosos”), se hallaron íntimamente ligados, coludidos, con las grandes traiciones que tanto daño han causado a nuestra patria. Baste revisar nuestra historia para comprobarlo. También es necesario acotar que dichas traiciones (también entonces, como ahora), se manifiestan en un contexto que guarda asombrosas similitudes con el presente.
Así, pudiéramos ir revisando, desde la traición de Elizondo a Hidalgo, la de Picaluga a Guerrero, pasando por la de Huerta a Madero, hasta la de Guajardo a Zapata. En todas ellas se asoma una constante: la traición no aparece como un acto criminal, sino como un acto de redención efectuado a nombre de la nación mexicana. Más de un ciudadano vio con satisfacción el hecho de que estos héroes fueran llevados al cadalso. Al momento de su sacrificio, Hidalgo, Guerrero, Madero y Zapata, a despecho y diferencia de sus respectivos traidores, quienes sólo por ese reprochable acto pudieron saltar a la palestra de la historia, los héroes estaban en pleno apogeo.
Si bien, gozaban ante los ojos de las fracciones conservadoras y reaccionarias de la población de una negra fama. Hidalgo, estaba encasillado como un cura rebelde y alebrestado sin razón; a Guerrero nunca le perdonaron haber participado en la rebelión que tuvo como fruto la exclusión del gobierno de los privilegiados peninsulares; Madero fue visto como un hombre afable y bienintencionado, pero sin carácter, cuando -a decir de quienes apoyaron a Huerta-, lo que se ocupaba era una mano firme, capaz de apaciguar a tanto revoltoso; Zapata, en cambio, era a ojos de los ricos, un vulgar bandolero, mugroso, al igual que quienes lo seguían.
Sería una verdadera necedad hablar de las virtudes que estos cuatro héroes poseyeron. No vale la pena redundar en lo que es de todos conocido. Sin embargo, sí es importante destacar algunas circunstancias y características que tuvieron en común quienes alentaron a los cuatro traidores de marras. Si algo sentía esta clase social terrateniente y poderosa en contra de los caudillos, era, en primer lugar, un miedo a ser despojados por ellos de los bienes que tan salvaje e impunemente les fueron sustraídos a la nación. Su principal temor era el ser desposeídos de sus privilegios. En segundo lugar, esta adinerada clase social, controladora y detentadora monopólica de los bienes públicos, sentía un profundo desprecio por los cuatro personajes, pero más aún por quienes los seguían. Mientras las clases populares vieron en ellos a los salvadores de la patria, los ricos y poderosos veían el fin de sus prebendas. Por esta situación, los momentos anteriores y posteriores a las muertes de Hidalgo, Guerrero, Madero y Zapata, estuvieron siempre bordeadas por el descrédito público en el que los poderosos trataron de sumirlos.
Hubo júbilo luego de que se perpetraron los cuatro crímenes. La clase pudiente pensó que el problema se había extinguido. Sin embargo, como ave fénix, Hidalgo, Guerrero, Madero y Zapata se han erguido victoriosos del suplicio.
Es por todo esto que ahora, en este momento, los hijos, nietos, bisnietos y tataranietos de los sátrapas, henchidos de fervor patrio y nacionalista, arropados en el PRIAN ven con profundo horror que los ideales de los héroes no han muerto, sino que reaparecen en la figura de Andrés Manuel López Obrador.
Ahora como entonces, las voces de los poderosos se lanzan en su contra. Su delito no es otro más que haberles puesto el dedo en la llaga, señalándolos públicamente como lo que son, los grandes saqueadores de la riqueza nacional.
Con la frase de que “López Obrador es un peligro para México”, se pretende englobar, condensar todo el odio ancestral a quien se erija como amenaza. Los apoderados de nuestros recursos lo han satanizado hasta el cansancio, utilizando para ello al moderno Elizondo. Por todos los medios, con todos los recursos, con todas las maniobras, el traidor Vicente Fox (autonombrado el presidente de la transición), no sólo pretende acallar al auténtico representante de la soberanía popular, sino más aún, tiene como postrer misión, la de allanarle el sendero al moderno delfín, al espurio Calderón, para colocarlo en su lugar. El efecto López Obrador es, muy a pesar del encono foxista-calderonista, más trascendente que las vicisitudes políticas. Es precisamente en este terreno, en este campo donde, cual moderno Armagedón, han apostado para su derrota.
Una vez consumado el fraude electoral en todos los niveles, los oligarcas, impulsores del traidor y del usurpador, suponen que después de la Convención Nacional Democrática, la gente comenzará a cansarse, a debilitarse; la flama política se irá apagando lentamente. A eso le apuestan y a eso contribuirán con todos los medios a su alcance: congreso de la unión, instituciones, medios de comunicación, cámaras patronales, programas asistenciales y de todo tipo.
Olvidan estos criminales que no es ya Andrés Manuel López Obrador. El enfrentamiento de los poderosos con su punta de lanza, el traidor Fox y el usurpador Calderón, a partir del 16 de Septiembre de 2006, ya no será personal. Ahora será con los millones de mexicanos que estamos detrás. La causa que abandera López Obrador no podrá sucumbir, como no sucumbió la de Hidalgo, ni la de Guerrero, ni la de Madero, ni la de Zapata, por una y sencilla razón: es la causa del pueblo de México. ¡TODOS SOMOS LÓPEZ OBRADOR, PORQUE TODOS SOMOS MÉXICO!
¡Un saludo fraternal!
¡SUFRAGIO EFECTIVO. NO IMPOSICIÓN!
¡VIVA LA CONVENCIÓN NACIONAL DEMOCRÁTICA!
Etimócrito
(Luis Carlos Ordóñez Bribiesca)
2 comentarios:
Precisamente lo que merecen estas fechas es una reflexión sobre nuestra historia. Te agradezco por hacerlo, Messy.
Invito a tus lectores a leer un texto muy interesante sobre Hidalgo que copié de un libro. El Messy ya lo leyó y lo recomienda (¡ja!):
http://elpedotedefecal.blogspot.com/2006/09/hidalgo-razones-de-la-insurgencia.html
De hecho sí lo recomiendo
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