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lunes, julio 21, 2025

Roberto Gómez y su ... ¿legado?

Cuando Shakespeare se volvió región IV... antes del DVD (y aún así pegó)


Sinceramente tuve una insana curiosidad de ver algunos capítulos de Chespirito, Sin Querer Queriendo, lanzamiento de la plataforma HBO-MAX, porque andaba medio estresado y miré entonces algunos episodios del proyecto creado por los hijos y amigos de Roberto Gómez Bolaños, serie que recientemente aparece promocionada hasta en Facebook. Nada nuevo bajo el sol. Es decir, nada que no se haya intuido antes por parte de varias generaciones de gente nacida entre finales de los años 1950's y principios de 1990's, que fueron quienes más vieron sus programas de televisión entre los setentas y, dicho ya, los noventas.

Algunas puntadas me hicieron reír aunque la serie en sí carece de tonos grises y se va de un extremo a otro glorificando personas, si no bien personajes, y las convierte en supervillanos o santos sin pedestal. Claro, resulta curiosa porque su intención es retratar la verdad de la historia colocando a Margarita y Marcos como los gachos de la serie (villanos pues) y a Graciela y Mariano como las víctimas directas. Roberto resulta ser básicamente un hombre víctima de su propia circunstancia al enamorarse perdidamente de Margarita después de que esta anduvo haciendo aterrizajes en varios lechos que incluyeron tanto a Marcos como a Mariano. Graciela, por su parte, es la abnegada esposa de Roberto que es abandonada por este quien brinca a los brazos de aquella otra. Todo un argumento de telenovela apto para presentar un redituable The Family's Version (La Versión de la Familia) que no arrojará menos beneficios monetarios que los eternos y archi-rebuscados programas que Gómez Bolaños hizo por más o menos veinte años.

Como dije, nada nuevo bajo el sol.

Como siempre hay buenos y hay malos y se prueba aquella frase que esta serie acaba de acuñar: La lealtad de una mujer se conoce cuando el hombre no tiene nada, y la lealtad de un hombre se conoce cuando él lo tiene todo. Sí, es verdad, pero no creo que todos los personajes sean tan víctimas como lo son las víctimas ni tan villanos como se menciona en la serie de marras. ¿En serio no hubo un poco de juego a ciegas para sacar partido?. Solamente acepto una gran víctima: Graciela Fernández, y una gran villana: Margarita Ruíz, alter ego de Florinda Meza. Pero, con todo respeto a la finada Señora Graciela, ¿en serio fue tan poderosa una persona más bien gris y mediocre como Meza para acabar con su matrimonio?. Recordemos aquello de Conóceme por mis enemigos, y verás que soy poderoso. A mí en lo personal me decepciona que una persona tan opaca como Florinda haya logrado hacer semejante chuza. Entonces el supuesto talentoso no era tan talentoso.

Pero algo olvidan todos, buenos y malos, y es el principio mismo de Gómez Bolaños que en un principio, y para toda su creatividad, tuvo de respaldo a Rafael Rivera Trujillo, periodista y el vero inventor de Chespirito pero bajo otra idea. Rivera era amigo personal de la familia de María Antonieta de las Nieves y por ende amigo de ella y, contra lo que aseguran en la serie y lo que ella misma alega, fue Rafael Rivera quien los presentó para que iniciaran algo creativo. Error del señor Rivera fue sugerirle: Básate en tus propios héroes. Ve de Batman a los Tres Chiflados pero ¡crea!, y fue error porque Gómez Bolaños no encontró inspiración, la hizo suya de manera plagiaria. Desafortunadamente para Chespirito, Rafael Rivera falleció en un accidente en diciembre de 1967 dejando muchos proyectos pendientes y Gómez Bolaños formaba parte de sus planes.

Hasta donde yo mismo sé de esos años, que no es poco; Gómez Bolaños visitaba recurrentemente al grupo de periodistas liderados por Rivera y cada tarde se reunían en una suerte de pequeña cafetería en el número 107 de la Avenida Hidalgo  del Centro Histórico de la Ciudad de México, frente a la Alameda Central, para sus tertulias plenas de política anti Ernesto Uruchurtú y análisis cheguevaristas que nunca culminaban en nada pero, siendo periodistas de Novedades Editores, por supuesto que eran importantes.

Roberto no era tan brillante como sugiere la serie y a veces terminaba yendo de compras al Aurrerá Buenavista (hoy Walmart) para no dejar sin café ni galletas a los bohemios periodistas y por lo regular solamente Rafael Rivera y Carlos González Correa echaban un lazo a las ocurrencias de vodevil de Gómez Bolaños, quien solía hacer chistes novedosos pero poco trascendentes. Eran la cara y los gestos del Roberto lo que nos hacían atacar de la risa, diría veinte años más tarde González Correa ante el infame Reportero Cor. Curiosamente, el sitio de reunión se convertiría en La Hostería del Bohemio que fue legendaria desde 1964 hasta 2009, cuando los propietarios del inmueble, los Usobiaga Suinaga, consideraron que era más redituable hacer un salón de eventos y no sostener a una cafetería pasada de moda que pagaba poca renta. Money Talks, eso es cierto. Actualmente hay un idiota en la acera de enfrente que se hace pasar por el propietario de La Hostería del Bohemio, pero no es así.

Retomando el tema. Gómez Bolaños sí pasó por un calvario antes de que su habilidad para escribir se hiciera notoria, eso es cierto, pero tampoco era exactamente de una capacidad excepcional y eso lo mencionó en algún momento el también atacado en la serie: Gaspar Enaine Capulina, así como su compadre Marco Antonio Campos Viruta. El propio Mario Moreno Cantinflas, llegó a huir de Gómez Bolaños más que a la peste y, en una de esas tertulias del Club de los Mutuos Elogios (encabezado por Mauricio de la Garza y José Luis Cuevas), se refirió a Roberto como Un pobre diablo sin una madre de talento.

Aquí es donde es necesario discernir si en realidad Gómez Bolaños era el talento que la serie clama sin recato o si bien era el escritor mediocre que muchos intelectuales de ocasión aseguraban que era Gómez Bolaños. Probablemente su creatividad merezca análisis profundo y serio porque si bien distaba mucho de ser realmente creativo, definitivamente Chespirito tenía la probada habilidad para sacar ases bajo la manga y eso merece al menos respeto. Sus rutinas, bastante repetitivas (y plagiadas de los Tres Chiflados y Abbot y Costello en mayoría de veces), y sus diálogos predecibles fueron más una dinámica de manipulación televisiva que alarde de talento. No se discute, sin embargo, que tanto Roberto como sus actores eran buenos para desenvolverse como comediantes en el set.

Florinda Meza nunca fue precisamente agraciada pero, como se dice vulgarmente, estaba bien buena y eso le ayudó mucho en una época en la que mandaba el pene y no el cerebro. Caso opuesto, y muy singular, es el de María Antonieta de las Nieves que, siendo mucho más bella y de mejor cuerpo, jamás recurrió a la cama como recurso. Fue la inercia machista de todos ellos la que concedió a Meza una gran ventaja sobre todo el elenco y un poder ilimitado sobre Gómez Bolaños. Y eso no es evidente desde la serie biográfica, eso ya era evidente desde 1978.

La serie no dice nada que no se supiera o se sospechara ya, pero sí tiene el mérito de traer al frente a quien fuera la héroe anónima de la historia: Graciela Fernández, primera esposa de Roberto. Claro, eso ya lo sabemos todos ahora. Tampoco arroja la historia nada que otorgue a Roberto Gómez Bolaños algún destello de redención básica y de hecho lo hace quedar como un idiota útil al servicio de Meza. Es decir, ni siquiera como un villano respetable.

No obstante sí hay algo muy interesante en la serie y es la certera capacidad de crear el ambiente adecuado de distintas épocas y aquí debo felicitar a los ambientadores. Algo bastante bien logrado es el enfoque psicológico precisamente de cada década implicada que logra mantener la atención en la trama, a pesar el vicio de llevarte de una época a otra por toda la serie, y consigue hacerte sentir el sabor único de esos años. En este detalle, sí tienen mi respeto.

Pero los disfraces en pseudónimo que les otorgan a Florinda Meza, Carlos Villagrán y Enrique Segoviano la hacen bastante más obvia y absurda que si los productores hubieran pagado el coste legal (por supuesto que se entiende el caso de Segoviano). Bueno, esto es reconociendo que tanto Meza como Villagrán habrían exigido muchos cambios en la trama y una cuota muy exagerada para que sus nombres, no propiamente brillantes, destacaran en la serie.

De cerca visto. El personaje más interesante de Chespirito fue el Chapulín Colorado que desapareció en 1979 y, como se menciona arriba, fue creación de Graciela Fernández, aunque bajo una obvia ocurrencia de Gómez Bolaños. Está de sobra entender por qué el Chapulín Colorado salió del aire en 1979 bajo la siniestra influencia de Florinda Meza.

Más aún todavía es harto curioso ver cómo se despedazaron Gómez Bolaños, De las Nieves y Villagrán por los personajes tan creativamente limitados como Quico y La Chilindrina. Claro, la divulgación de la serie de El Chavo colocó los personajes en una posición a la altura de Mickey Mouse, pero en Latinoamérica, y eso los cotizó bastante. Digno de respeto Ramón Valdés quien supo retirar su parte después de ruidosos conflictos con Florinda Meza.

Por cierto, y aunque no soy fan de Chespirito, a pesar de que Raúl Padilla fue un actor con identidad propia, El Cartero Jaimito nunca logró llenar el hueco que Don Ramón había dejado. La ausencia de Valdés hizo notoria la mediocridad en la producción de los programas de Gómez Bolaños pero más aún la mano negra de Florinda Meza.

Chespirito, Sin Querer Queriendo es una producción mediana en argumento -tirándole a mala- debido a su maniqueísmo pero tiene resultados óptimos en el uso del presupuesto, y en ese sentido está mejor lograda que los veinte años de Chespirito como personaje, aunque no es la finalidad de esta serie alcanzar calidad como serie en forma. La serie es una revanchista denuncia disfrazada, orientada en acusar el descaro, falta de estándares y falta de clase que Florinda Meza siempre ha demostrado, mostrándola a ella de cuerpo entero como la advenediza que siempre ha sido. La serie no se toma la molestia de los cómo, sino de los por qué de su creación. Razones personales que iban a explotar como una mina de tierra tarde o temprano.

Roberto Gómez Fernández, hijo de Gómez Bolaños, resultó limitado como argumentista pero bastante avanzado como productor, incluso superando a su padre. Supo llevar su revancha de una manera única después de treinta años de evitar los medios para desahogarse y clavando una flecha certera en el ánimo del público. La estrategia de Gómez Fernández fue única y digna de ovación porque le arrebató a Meza el derecho a ser recordada como un bonito personaje a partir de ahora.

Aunque Carlos Villagrán no queda con mejor posición. Si bien es cierto que sus demasiadas salidas en falso explotando hasta la saciedad a Quico no lo ponen como un comediante serio, la serie evidencia a un sujeto narcisista y ambicioso que nunca supo reinventarse. Mismo caso con María Antonieta de las Nieves pero más lamentable, porque la actriz tenía mejores capacidades para volar por encima de todos ellos -menos de Ramón Valdés, claro-. Rubén Aguirre por su parte decidió dejar los foros y dedicarse al circo y a la producción aunque no pareció tener mejor fortuna,

En lo personal detesto calificar series o películas porque yo no soy un crítico ni mucho menos pero me resultó interesante ver la manera en que Gómez Fernández manejó la serie de tal manera que el espectador no dejara de ligar esta con el trabajo de Gómez Bolaños y, al mismo tiempo, tener personalidad propia. Y es un poco paradójico que, mostrando el peor lado de Gómez Bolaños, su hijo logró darle un mejor rostro para la posteridad mientras consigue hundir a Florinda Meza en la merecida infamia de ser una mala actriz y peor persona.

Algo que debe quedar claro es que mi opinión es eso, una opinión y que por lo mismo se resume a una mera perorata personal. Yo no soy experto en actuación ni creo que yo podría crear algo mejor de lo que hizo Gómez Bolaños, quien de hecho creó un imperio. La parte que yo sometería a escrutinio es la calidad en la manufactura, y como espectador tengo cierto derecho a ello. En algún momento de mi infancia llegué a ver los programas de Chespirito, sería hipócrita de mi parte negarlo, pero también supe las diametrales diferencias entre su humor y la comedia artesanal de los valores de oro como fueron Adalberto Martínez Resortes, Antonio Espino Clavillazo y Germán Valdés Tin-Tan. Gómez Bolaños siempre estuvo a considerable distancia detrás de ellos en cuanto a nivel profesional.

Sin embargo también hay un galardón que nadie jamás podrá negarle a Chespirito y es su capacidad de crear humor por veinte años sin inclinarse al lenguaje soez ni al doble sentido, recurso barato obligadamente utilizado por los comediantes actuales a partir del humor escatológico de Leopoldo García Polo Polo, que dejó como herencia un ejército de oradores de Stand-Up que, si no dicen cien groserías en un minuto, no son nada. Leopoldo García descendió la comedia al nivel de la esquina de barrio en vez de tratar de elevar la calidad en el gusto de dicha esquina metafórica. En ese sentido debo aceptar que Gómez Bolaños mantuvo un alto estándar en la esencia de que su humor, tanto en teatro como en televisión, estuviera dirigido al público familiar sin ultrajarlo.

Como ya mencioné arriba, el ingrediente de Gómez Bolaños fue de vodevil armado de rutinas acostumbradas en el teatro de carpa y que valía repetir dichas dinámicas en el entendido de que el público es diferente cada día pero en la televisión el público es el mismo y es bastante fiel cuando acepta un programa. La buena parte de los programas de Chespirito puede ser su inocencia simplista que no puso en riesgo a los menores pero también es verdad que el espectáculo comenzó a tomar la apariencia y naturaleza del cliché con marca registrada. Algo que lamentablemente hizo de Chespirito un creador sepultado por su propia fórmula.

Resumen: sí eres fan de Chespirito, debes verla. Si no eres fan, también debes verla. La serie justifica la ilusión de los chespiristas y cambia la perspectiva de quienes nunca fuimos afines a Roberto Gómez Bolaños.

Entre lo destacado: hay cameos de Edgar Vivar y la propia María Antonieta de las Nieves.

Es cuanto

Messy Blues

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